Los sueños que murieron en San Fernando, asesinados por "Los Zetas" una tarde de agosto, tienen la forma de una deuda económica sin saldar, un retrato que va borrándose, la mentira que ayuda a sobrevivir o una lágrima, como aquella que Belkis, a un año de distancia del peor momento de su vida, habrá de derramar por fin cuando acabe de contarnos su historia. Belkis Zelaya intentará detenerla. Se negará mucho tiempo a llorar. Alcanzará a pescar unas gotas antes de que caigan al suelo y las noten Diego o Estiven, su par de hijos, copias fieles del rostro de su esposo, Carlos Alberto Valle Lazo, que corren por la casa de piedra y madera, por la humedad calurosa de Honduras, por el sofá sumido, por la cocina sin abundancia. Son herederos de San Fernando. Como lo son María Basilio y otras 70 familias de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Brasil, Ecuador. Han debido sobrevivir sin apoyo su pesadilla de sangre, porque así es la muerte entre los pobres, y la mayoría se encuentra sin trabajo estable, sin opción inmediata de subsistencia y con la cancelación definitiva de la única apuesta segura en estas tierras de monedas devaluadas y vueltas a devaluar: la ruta a EU es sinónimo de la muerte. Sádica. Cruel. "Así son las cosas", dice Belkis. Sin mover un músculo del rostro. Ella no ha terminado de pagar la deuda del viaje de Carlos. Le faltan como 800 de los poco más de 2 mil dólares que le cobró el "pollero" por trasladar a su esposo a EU. La deuda, que comparte con su suegra, ha debido ser saldada a pagos, en números que acumulan intereses de casi 200 dólares por mes si no se abona a tiempo, y hacen más grande, más interminable, el peso de su tragedia. Igual han hecho otras tantas familias afectadas. Para pagar a los polleros el "adelanto", de entre 2 mil y 3 mil dólares para la salida de Honduras, piden prestado en casas de empeño, en bancos, pero sobre todo con prestamistas privados conectados con los mismos traficantes de indocumentados, quienes tasan intereses de hasta 40% sobre el préstamo, con cobro inmediato a la entrega del dinero. A otros deudos de las víctimas les fue peor. Mala suerte que, además del duelo, hayan debido seguir pagando por la mentira de un viaje que ya no existía. A la familia de Saúl Hernández Lemus, un joven moreno nacido en la aldea San Cruz de Yojoa, en la costa caribeña de Cortés, le siguieron cobrando después de la masacre. Pagó 5 mil dólares por llegar a El Naranjo, en Guatemala, pero cuando su hermana Yasmín se dio cuenta de las noticias y habló con el pollero, éste le dijo que el muchacho todavía estaba vivo, que necesitaba otros mil 500 dólares para llevarlo hasta Bronwsville, sano y salvo. Su cuerpo yacía en la yerba ensangrentada de San Fernando. Según relató ella misma al diario "La Tribuna", pagaron, vía Western Union, el dinero, pero nadie jamás hizo indagatoria alguna. Las costas de Triunfo de la Cruz María Basilio ha dejado por un momento el montón de plátanos verdes y negros que apila en las cubetas de plástico. "Ella es la que peor lo ha pasado. Está muy cambiada. Muy triste. ¿Cómo si no, si Carlos era su único varón. Qué consuelo hay para esa mujer?", se refiere a la mamá de Carlos Mejía. Está en el terregal que es su patio casero. Se sienta en un tronco que descansa al pie de un flamboyán. Desde esa sombra resalta el tono brillante de la piel y el pelo ensortijado de María. De formas rotundas, cuando menos de 1.75 metros, una voz sonora, potente. "Es una tristeza de siempre", dice, "ella no quería que Carlos se fuera. Cuando Junior lo convenció, ella estaba muy triste. A la semana que se fueron, murió mi mamá. A las semanas supimos que los habían matado a ellos. ¿Lo que es, no? Mi mamá nunca supo que Junior murió y a Junior nunca le dijimos que ella se había muerto". Relata los problemas económicos que han padecido desde aquel agosto de 2010, otra vez la falta de recursos. Otra vez la deuda con los "polleros". Los 500 dólares por persona para los coyotes que los sacaron de Tela, un municipio del Atlántico hondureño con 76 aldeas y 264 caseríos con más de 80 mil habitantes que se disputan reñidamente la categoría del más pobre, cuya principal causa de muerte es el Sida, en los adultos, o las pulmonías y la desnutrición, en los niños. María era hermana de Junior Basilio Espinoza y tía de Carlos Alejandro Mejía Espinoza, dos morenos alegres, vivaces, jóvenes de raza garífuna como ella, que habitaron las arenas de la costa de Triunfo de la Cruz, una aldea de pescadores y cocoteros que desde hace más de 300 años ocupa su gente como descendiente legítima de los negros africanos. "¿Quiere ir a ver su casa?", pregunta María y de inmediato un trío de garífunas de menos de seis años, sus hijos, se aprestan a servir de guías. El camino de terracería es la confirmación de por qué Junior y Carlos se fueron, por qué eligieron la ruta que les deparaba la muerte, salvo un trío de hombres evidentemente orientales y sin problemas económicos, que encabezan una comitiva internacional de apoyo alimentario y humano contra el hambre en la región. Otra María, hermana de Carlos, muestra la foto del muchacho de 19 años y habla de su pasado como si fuera presente. Su madre lo llora, dice, todas las noches, pero la pobreza la obliga a salir a buscar comida para el resto de su prole: vende cocos, baratijas, comida en la playa cercana, hace trabajo en el campo, cuida ganado, corta plátano, vende lo que puede, como puede y cuando puede. "Se fue con las ganas de ayudar a mi mamá. De darle una vida mejor. Por eso le duele tanto cada noche. Despierta gritando. Ella lo sueña. Ahorita se fue a hacer un mandado, para seguir con el pago de la deuda, pero luego se va, tarda en regresar. Llora. Así es su vida ahora de mi mamá. Lo extraña". En la televisión, único objeto de valor en esa casa garífuna, una rubia coqueta, traviesa, guiña un ojo a quien la mira, para explicar que el Caribe hondureño, su sol de esplendor, su talco de arena, las turquesas de su mar, esperan con las olas abiertas a la vastedad de su belleza. Ningún sentenciado por matanza Más de 81 integrantes del cártel de los Zetas han sido detenidos en México desde que se descubrió en agosto de 2010 la matanza de 72 emigrantes en el pueblo de San Fernando, Tamaulipas, pero a un año de ocurrida la tragedia ninguno ha sido sentenciado, admitió la fiscalía. "Sentenciados no hay ninguno", dijo esta semana un portavoz de la fiscalía general, sin dar mayores detalles sobre las investigaciones. Las declaraciones de algunos de los detenidos apuntan a que la matanza fue ordenada por Heriberto Lazcano, "El Lazca", señalado como máximo líder de los Zetas y uno de los fundadores de la organización. Las investigaciones apuntan a que el móvil del crimen fue la negativa de los emigrantes a unirse a Los Zetas.
En este blog hablaremos de todo, tocaremos temas como del expresidente Fox, del Narco como La Familia Michoacana y los Zetas, hablaremos del Nepotismo, de gente que hackea y del programa de Pedro Ferriz de Con
lunes, 22 de agosto de 2011
Humberto Moreira : Los Zetas , Familias aún pagan deuda a “polleros”
Humberto Moreira
A un año de la masacre de 72 migrantes en San Fernando, deudos de las víctimas siguen pagando con intereses el traslado de sus parientes a EU
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