Por Rubén Moreira

Junto con las Torres Gemelas que albergaban al World Trade Center de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001 se derrumbaron las esperanzas de que México y Estados Unidos pudieran alcanzar un acuerdo justo en materia de migración, lamenta hoy, 10 años después del ataque terrorista que cambió el curso de la historia, el ex presidente Vicente Fox Quesada.
Vicente Fox, quien en esos días estaba convencido de que él y el presidente George W. Bush estaban muy cerca de realizar un cambio que transformaría para siempre las relaciones de las dos naciones y sus sociedades, al lograr construir un acuerdo migratorio integral, recuerda cómo esa posibilidad se desmoronó, tal y como sucedió con las dos gigantes estructuras del distrito financiero de Nueva York.
“El presidente Bush no quiso saber de ningún otro tema, sobre todo el más importante que traíamos en marcha en ese momento y que pudo haberse concretado, que era el tema de la reforma migratoria integral. En ese momento, me dijo: ‘Vicente, Estados Unidos cambia sus prioridades, no hay otro tema más importante y otra lucha definitiva y definitoria que la lucha contra el terrorismo’, y ese fue el discurso de ahí para adelante, fue un monodiscurso de la lucha contra el terrorismo”, recuerda a 10 años de distancia el ex presidente.
Fox recibe a EL UNIVERSAL en su rancho San Cristóbal, en el municipio de San Francisco del Rincón, Guanajuato, y es claro en señalar el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 como un parteaguas para la humanidad y con grandes consecuencias para la relación bilateral.
“Estaba en marcha el proceso de la reforma integral en materia de migración que se inició aquí precisamente en San Cristóbal, en la reunión cumbre con el presidente Bush que estuvo aquí en la casa de ustedes, y en esa reunión el resultado fue el compromiso prioritario de que ambos gobiernos trabajaríamos en la reforma migratoria integral que diera solución a ese tema y nos pesca el septiembre 11”, dice Fox.
Nuestro interés es reflexionar un poco y refrescar sus recuerdos en el contexto de septiembre 11 de hace justo 10 años. Revisando las cronologías de los anuncios hechos por usted en un lapso que se extiende desde esa fecha hasta bastante avanzado el 2002, con las definiciones del Consejo de Seguridad de la ONU, con la precisión de la postura sobre México, desde mi punto de vista ese periodo pudo haber sido en materia de democracia y política exterior la referencia más importante de su gobierno. ¿Usted cómo lo evalúa?
Fue sin duda un parteaguas. Fue un evento determinante en muchos frentes del quehacer de la humanidad, desde luego en los EU y en la relación de los socios del Tratado de Libre Comercio. Fue un proceso muy largo, fue un solo día ese evento triste y doloroso, que a todos nos pegó duro en el alma, en el corazón a todos nos trajo desánimo, desesperanza, irritación, coraje. Pero esto nos encuentra, en el caso de México, primero en un proceso muy largo de discusión de la tarea de las Naciones Unidas, la reforma de las Naciones Unidas. La idea era avanzar hacia el multilateralismo, avanzar hacia una ONU fuerte, con autoridad moral, ética, que pudiera hacerse cargo de los problemas y de los conflictos entre naciones. Otro proceso que estaba en marcha, el de la reforma integral en materia de migración que se inició aquí en la reunión cumbre con el presidente Bush. Cuatro días antes [del 11 de septiembre] yo estaba en EU en visita oficial en la Casa Blanca y en el Congreso. Me tocó dirigirme y de manera muy honrosa representar a México, en la sesión de las dos Cámaras y francamente, lo digo con toda modestia, fue arrolladora la presentación del discurso, fue ampliamente bienvenido, fue largamente aplaudido y prácticamente hablaba de libertad, el valor más esencial que compartimos entre las dos naciones y hablaba del tema de migración. Todavía traíamos arrastrando eso con mucha efervescencia, el resultado es que esa visita de esos tres días ahí en el Congreso, donde tuve oportunidad de estar con todas las comisiones que tenían que ver con el tema migratorio, estaba todo listo para que estuviera aprobada esa reforma migratoria.
El día del atentado usted estaba en un acto público en la torre del World Trade Center de la ciudad de México.
Ese día en el World Trade Center me pasaron un papelito mientras estaba yo hablando, tomé nota del asunto mentalmente y en cuanto terminé mi presentación ahí, inicié a realizar telefonazos, lo primero fue enterarme por completo, todavía estaban sucediendo las cosas. Mi preocupación era tener rápido la información y sí ver que el tema de la seguridad en México estuviera totalmente cubierto. A mí se me señala que no reaccioné con la suficiente fuerza y con la suficiente oportunidad.
Y ¿cuál es su análisis al respecto?
Bueno mi análisis es que actuamos con cordura, con prudencia, con rapidez, tomamos las medidas que fueran necesarias, hicimos los llamados para mostrar nuestra preocupación, nuestras condolencias y, sobre todo, nuestra solidaridad para trabajar en el tema.
Se esperaba que usted fuera otra vez a EU, al parecer había cierta expectativa de que usted se presentara en Nueva York.
Fui poquito después a Nueva York. Visité el sitio poco después. La consecuencia inmediata de eso fue que el presidente Bush no quiso volver a saber de ningún otro tema, sobre todo el más importante que traíamos en marcha en ese momento y que pudo haberse concretado, que era el de la reforma migratoria integral.
¿Él ligaba el tema de la migración al del terrorismo, es decir, que la migración pudiera alimentar el terrorismo, en la visión de algunos?
Sí, sin duda. De ahí para acá, de tener un reconocimiento a la dignidad, a la actitud de trabajo y positiva de los migrantes mexicanos en EU, no faltaron los xenofóbicos que empezaron a transformar esa imagen limpia del migrante en la posibilidad de que el migrante fuera terrorista.
Visto en perspectiva, ¿usted piensa que debió ser más proactivo en el apoyo a EU? ¿Debió haber viajado más rápidamente como lo hizo tal vez el primer ministro británico Anthony Blair en su momento, o está tranquilo?
Yo estoy absolutamente tranquilo, me parece que ni debe ser uno el limpiabotas de los Estados Unidos, ni debe uno de ser tampoco el contradictorio, el oponente, el enemigo del presidente de EU. Yo no tenía por qué volcarme y agarrar un avión e ir allá.
Yo mandé mis condolencias, mandé mi expresión de solidaridad en mi corazón y en mis sentimientos, pero repito, tampoco hay que cambiar nada. Y la otra preocupación mía entonces, y ahora, es caer en lo monotemático, es decir, el presidente Bush de ahí para adelante dedicó todo su gobierno al terrorismo, endeudó a la nación, la ha llevado casi al punto de quiebra como lo estamos verificando ahora, se rezagó EU en todos los frentes económicos y en todos los frentes de competencia, por estar empeñados y metidos en el tema sólo del terrorismo. Yo creo que un país, un gobierno, un presidente debemos tener capacidades para atender varios temas a la vez. Yo lo que quería era rescatar el tema de la migración aun en ese momento.
Hay colaboradores suyos como Jorge G. Castañeda que en artículos y entrevistas han dado cuenta de que había diversas posiciones dentro de su gabinete al respecto. ¿Cómo recuerda usted esas reflexiones?
Así es, ante la postura que tomamos, de optar por el multilateralismo y no aceptar la invitación de los EU a una alianza incondicional y supeditada a la voluntad de ellos. Hubo en el país dos puntos de vista. Uno que venía más del lado empresarial, que decían ‘oye no se le puede estar provocando a los EU, y tomando una posición de distancia, de diferencia con ellos, vamos a sufrir represalias, vamos a tener consecuencias’. Por el otro lado, la de aquellos promotores de la soberanía y de nuestra posición independiente y autónoma en este caso. Yo creo que mis decisiones todas y cada una fueron siempre fundamentadas en valores. Y extendiendo un poco tu pregunta, más allá de México, en la arena internacional sucedió lo mismo, se dividieron: Tony Blair y (José María) Aznar, se fueron incondicionalmente del lado de EU y así les fue, así lo pagaron y tuvieron consecuencias.
Y en otro bloque, el presidente (de Chile, Ricardo) Lagos principalmente, junto con el primer ministro de Canadá (Jean Chrétien), el presidente (de Francia, Jacques) Chirac, que estuvo también en este bloque, el canciller (Gerhard) Schroeder de Alemania, (Vladimir) Putin presidente de Rusia y tantos otros que tomamos una posición independiente, una posición multilateralista.
Vino el voto. Bueno, se acercó la posibilidad del voto, porque finalmente nunca hubo una votación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Usted alguna vez me comentó que fueron tantas las llamadas del presidente Bush insistiéndole la necesidad de que México apoyara esta votación, que usted dejó de tomarle el teléfono. ¿Cómo lo recuerda?
Bueno, todo es estrategia, probablemente algunas las demoré un poco mientras los acontecimientos iban caminando, yo creo que es una estrategia tomar una posición a veces de silencio y observación, es estrategia a veces rápido y tomar y dar un golpe contundente, no olvidemos que estábamos en un proceso de discusión, de negociación porque ellos, ese bloque, trataba de convencernos particularmente al presidente Lagos y a mí de que aceptáramos su posición. El otro bloque que estábamos más con las Naciones Unidas nos llamaban por igual cada día para estar fortaleciendo y sustentando la posición que teníamos. Innumerables llamadas todos los días del lado de EU, el presidente Bush, el embajador, Condoleezza Rice, Colin Powell. Por el lado de España, el presidente Aznar tomó un avión y vino hasta acá.
¿Qué personas se entrevistan? Vino el presidente Aznar a platicar con usted. ¿Se fue con las manos vacías?
Yo creo que efectivamente vino con ese propósito de explicar su posición, de convencerme de adoptar la posición de él y de España, que era ir con Estados Unidos y aprobar la intervención directa en Irak, y efectivamente se fue sin nada. Le expliqué nuestra posición, igual al primer ministro Blair, que me mandó un par de empleados para la misma tarea.
Nunca pudieron sustentar en lo que se basó toda esta estrategia, la supuesta existencia de armas de destrucción masiva.
¿La relación con el presidente Bush se fracturó entonces después de esto?
No, fíjate que no, y además lo platicamos en el proceso y después del proceso, él, de manera espontánea, tomando la iniciativa me decía, ‘desde luego aquí se trata de una discusión sobre un tema que no nos llevará a tener una enemistad o algún conflicto entre México y los EU’, eso estaba claramente asentado de antemano.
¿No sintió que hubo una ruptura propiamente?
No, de ninguna manera la hubo, yo creo que EU entendió, yo creo que en buena medida retiraron la votación porque estaba perdida en ese contexto. Ir a una votación para perderla los hubiera atado de manos.
El mundo cambió a partir del 11 de septiembre. ¿Esto impactó, además del tema de la migración, en sus planes de gobierno, en su predicción de estrategia económica, política?
El primer impacto es que me llena a mí de tristeza de haber estado a punto de concretar esa reforma migratoria integral que hubiera cambiado totalmente el rumbo de México y de Estados Unidos, nos hubiera llevado a una asociación de mayor integración y mucho más virtuosa. Esa fue una gran pérdida, yo diría que fue una terrible pérdida y que no se pudo reconstruir a lo largo de los siguientes años con la administración del presidente Bush, simple y sencillamente ya no escuchaba. El que agarra y se vuelve monotemático en eso se queda. En lugar de atender el terrorismo como gobierno y a la vez atender los temas globales, la economía, el desarrollo de la relación del Acuerdo de Libre Comercio, el presidente Bush simplemente cerró la puerta a todo lo demás y se empeñó en su camino, se metió a esa guerra en Irak, y de esa guerra salió bastante perjudicado. Yo creo aquí hay una lección para todos: si vas a una guerra o a un conflicto, o a un reto, primero prepárate, estudia bien tu estrategia, analiza bien tus fortalezas y tus debilidades y asegúrate que si te metes ahí vas a ganar, si no, no te metas en ese terreno
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